domingo, 30 de marzo de 2014

EL SEÑOR ES MI PASTOR, NADA ME FALTA.

La liturgia de la palabra de este domingo IV de cuaresma nos recuerda que debemos reforzar nuestra opción fundamental, debemos rebautizarnos en un evangelio que nos trae el hombre nuevo y olvidar al hombre viejo.

Por qué formamos una sociedad que no ve ni quiere ver lo que realmente pasa a nuestro alrededor, apoyamos unos valores que son ciegos, que realmente son unos contravalores que no nos llevan a ninguna parte y menos aun al camino del evangelio. Estos son los ciegos que el evangelio hoy nos expone.

No debemos desvirtuar los valores que Jesús nos trae, él nos habla de un evangelio nuevo, de una forma diferente de ver el mundo, de ver al prójimo. En definitiva, de ver al ser humano como valor supremo.
No hay ley mayor que el amor hacia los demás, por ello, el seguir el sentido de la cruz es el verdadero camino de la vida, la cruz no es el fin sino el principio del nuevo mundo. Somos hijos de la luz, somos hijos del evangelio.

Que esta Cuaresma nos sirva para decir SI al evangelio de Cristo y a vivir con un corazón rebosante de caridad y amor hacia los demás. Sin caridad nada somos.


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