San Julián, solía retirarse anualmente unos días a una gruta cercana a Cuenca, en el cerro de la Majestad ( sitio tranquilo, como él solía llamarlo ) y así practicar esa especie de ejercicios espirituales que tanto le fortalecían Eran días de ayunos y oración intensa, pero ante todo de conversión , una conversión a un corazón puro y limpio que se acercase a un Dios de pobres a un Dios de caridad infinita.
En esta gruta, nuestro Patrón, dedicaba también las horas a la elaboración de sus famosas cestillas de mimbre, unas cestillas que posteriormente serian vendidas para recaudar dinero y así entregarlo a los mas necesitados de la ciudad.
San Julián, enséñanos a mirar el mundo con una caridad infinita y que como tú, la necesidad del prójimo sea para nosotros una lucha constante.