La Iglesia pone fin a su año litúrgico para renacer con el adviento a un año nuevo, convertidos y convencidos de lo que realmente Cristo pide de nosotros.
La celebración de Cristo, Rey del Universo, no es otra cosa que la importancia del reino de Dios, un reino que habita en nuestro interior, un reino que debemos construir cada uno de nosotros.
Cristo no posee trono ni coronas, posee una cruz que es símbolo del AMOR FRATERNO, un amor que es el lema fundamental de su reino. Sin amor nada somos.
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